¡La historia de fondo de Doombringer de League of Legends!

Durante más de 20 años, Fiddlesticks estuvo solo en la sala de invocaciones más oriental de la Escuela de Guerra. Sólo el fuego verde ardiente de sus ojos atravesó su hogar oscuro y polvoriento. Es aquí donde el Mensajero del Juicio Final guarda silenciosamente. Todos los invocadores de la liga conocen su advertencia sobre abuso de poder y fechorías. Hace décadas, había un poderoso mago rúnico de Zaun, su nombre era Estefan. Después de la Quinta Guerra Rúnica, se convirtió en el invocador número uno de la liga. Demasiado profundamente envenenado por la vieja magia, Estefan se desvía cada vez más de las leyes de la alianza. En el juego final, finalmente perdió el control de sí mismo, se selló en la sala de invocación más oriental y comenzó a recitar el encantamiento más prohibido en el ritual: la invocación superdimensional.

Nadie sabe qué pasó en la sala de invocaciones. En ese momento, no había héroes que representaran a Zaun en Summoner's Rift. Los repetidos golpes en la puerta de la sala de invocación sólo produjeron silencio. El primer aprendiz que entró fue inmediatamente asesinado por la misteriosa guadaña. Los pocos que los siguieron y sobrevivieron se volvieron locos de miedo, dejando sólo caparazones humanos que hablaban incoherentemente sobre los cuervos y la muerte. Temiendo que ni siquiera Estefan pudiera controlar el mal, la Alianza selló todas las salidas a las salas de invocación, con la esperanza de que solo permanecieran dentro de los límites que podían destruir. Pasaron los años, pero los fiambres en la cámara de invocación nunca se movieron, ni mataron a ninguno de los tontos que entraron. Sabiendo que la cámara de invocación ya no se podía utilizar, el Consejo decidió convertir a Fiddlesticks en el verdugo. Reapareció, aparentemente cumpliendo con las reglas de invocación de la Tierra de la Justicia, pero nadie sabía lo que le esperaba en la sala de invocación. Su rostro inmóvil no daba ninguna pista, y su guadaña estaba lista para matar a cualquiera que se pusiera delante de él.

Aquellos que afirman que "no hay nada que temer excepto el miedo mismo" no han visto Tormenta de Cuervos.